Nota a Alberto Baroffio, dueño de una Siam 125 LD modelo 1962 elegida «Moto del Mes» en noviembre 2018 en el encuentro mensual que el CSBA lleva a cabo en el Parque Irigoyen del partido de Gral. San Martín el primer sábado de cada mes.

Sobre el fin de 2018, parece que la suerte se puso del lado de los miembros históricos de nuestro club. Julio fue para Mario Scelzo, octubre para Lito… y en este caso, en noviembre, fue una alegría para todos los que concurrimos al parque, que el premio fuese para Alberto Baroffio, quien, a pesar de ser miembro del CSBA desde hace muchos años, por temas familiares, en los últimos años, se ve limitado a participar de los encuentros de los primeros sábados en el parque Yrigoyen.
Para los que no lo conocen, Alberto forma parte del club desde la primera hora, y como muchos de los históricos, ha formado parte de la comisión directiva, ha trabajado muchísimo por nuestro club y hasta podríamos decir que es el impulsor numero uno de la idea que el CSBA tenga su sede propia.
Si bien ha tenido varias Siambrettas, como nos pasa a casi todos los miembros del club, hay una con la cual nos identificamos y con la cual también nos identifican. Y como también suele pasar, las motos tienen un nombre o apodo con el cual las referenciamos. Pues bien, en el caso de Alberto, «su moto» es la «Mostacita», una hermosa Siambretta 125 LD modelo 1962, obvio, de color mostaza. Con los años, y a causa de algún raspón, algunos accesorios como los chapones y la corbata tuvieron que ser repintados y Alberto aprovecho para cambiarles el color, con lo cual, hoy la moto es color mostaza combinado con un muy delicado verde metalizado.
Al contarnos la historia de su moto, recuerda que la compró en Norberto de la Riestra, un pequeño pueblo de la provincia de Buenos Aires ubicado sobre la ruta 30, donde uno de sus clientes (él es viajante), le dió referencia que allí había un señor que tenía una Siambretta de primera mano.
Luego de varios kilómetros de tierra llegó donde le habían indicado que vivía esta persona, y al comentarle que venía interesado en comprarle la Siam, el hombre le muestra lo que a entender de Alberto era una montaña de escombros mezcada con restos de motos desarmadas, dado que este hombre había sabido ser mecánico de motos. El dueño le decía que la moto estaba completa y que el la habiá dejado andando, solo que eso había sucedido hacia aproximadamente 17 años. Con la emoción de empezar a descubrirla, Alberto, acompañado por su papá, estuvieron mas de tres horas sacando escombros y fierros viejos para por fin, tener a la vista la moto completa.
Tal como el dueño les decía, a la moto se la veía completa. Solo faltaban los chapones que el dueño había guardado cuidadosamente en un armario, asi que al verificar que no faltaban piezas, el papá de Alberto sacó la plata y pagó la moto, diciendo… la moto es nuestra!
Durante la charla con Alberto, nos hace mucho hincapié con lo que esta moto representa para él, y encontramos acá uno de los motivos de dicha importancia: es un regalo que su papá le hiciese, y además han compartido la historia de ir a buscarla juntos!
Finalmente, dado que era imposible cargar la moto en el auto por la suciedad que esta tenía (hasta un hormiguero debajo de la alfombra encontaron), le pidieron al dueño que por favor la lave y que ellos en un par de días volverían a buscarla. Dos días después, la que luego sería la Mostacita ya estaba en la casa de Alberto, donde entró para no salir nunca mas.
Para terminar, Alberto nos cuenta que el proceso de restauración duró aproximadamente dos años y como detalle de color, al pie de la nota podrán ver la factura original de compra de la moto que Alberto conserva con la documentación de la misma.
La historia de Alberto y la Mostacita está llena de esos detalles hermosos por los que pasamos casi todos los que sentimos esta pasión. Idas, vueltas, broncas, mucho tiempo y mucha plata gastada, pero todas las historias tienen el mismo final feliz, y que se da cuando nuestras motos arrancan y nos subimos a ellas para disfrutar aunque sea de una vuelta manzana.
Sobre el final, no podemos dejar de mencionar que Alberto es el eterno e infaltable parrillero de los terceros viernes de asado en la sede, que siente al CSBA de una manera entrañable y, aunque parezca exagerado, que siente a su motoneta como un miembro más de su familia.
Desde aqui, le decimos a Alberto que no crea que exagera… y que los 60 locos que formamos el CSBA lo entendemos, porque a todos nos pasa mas o menos lo mismo.
Le agradecemos a Alberto que haya compartido tan linda historia con nosotros y le tomamos la palabra cuando dijo que puede faltar por distintos motivos, pero que él del club, no se va a ir nunca!!!
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