Como ya habrán visto nuestro club cuenta con diversas rarezas por así decirlo, para nosotros son motonetas únicas personalizadas por sus propietarios. En esta oportunidad les presentamos al «Batrapecio» y que mejor que su dueño Mariano Alba en primera persona para que nos relate su historia.

Mariano: Si tengo que explicar porque llego a cada una de mis motos, diría que todas tienen que ver con historias y recuerdos que me acompañan desde muy muy chico, cuando allá por los 7 u 8 años ya me deslumbraba con algunas de las motos que veía en el barrio.
Una de esas motos, era la de “Chiqui”, un vecino de alrededor de 22 o 23 años, que solía volar con su Siam 175 color verde loro, con un tanque de nafta cual si fuese una moto, un “bultaco” que producía un ruido hermosísimo que me estremecía, y una mecánica muy picante. Recuerdo que al oír el ruido del bultaco yo salía al jardín para respirar el olor a aceite de ricino con el que perfumaba el aire.
A principios del año 2016, hablando con Ricky, amigo y mecánico de mis Siambrettas, le comento que desde hace tiempo tenía la idea de armar una moto como aquella con la que de chico soñaba.
Le explique mas o menos en que consistía el proyecto, y como siempre pasa con Ricky, se puso a buscar una moto sobre la que yo pudiese meter amoladora y soldar todo lo que quisiera, hasta llegar a algo parecido a lo que en mi mente quedaba aún del recuerdo.
Recuerdo que en esos días, sin tener la moto todavía, salí a buscar un tanque de nafta de Gilera y lo que hoy se llama vejiga que en aquellos tiempos se le decía bultaco.

Con Ricky nos pusimos de acuerdo muy rápido con la elección de la moto y el precio (casi podría decir que me la regaló), y así comenzó la tarea de armado dado que la moto estaba casi totalmente desarmada.
Por distintos motivos, como la falta de tiempo por parte de Ricky y la falta de presupuesto de parte mía, el proyecto comenzó a demorarse y así fue que terminó el 2016, pasó todo el 2017, el 2018, y recién a principio de 2019, nos pusimos las pilas y el proyecto empezó a avanzar.
Ricky metió mano en el motor y yo me llevé a casa toda la ciclística para empezar a trabajar en el “diseño”. Así fue que luego de algunos cortes y soldaduras, pude instalar el tanque, después vino la parte de adaptar el asiento (que era biplaza y lo hice monoplaza a fuerza de amoladora) y por último el colín.
Una vez que el diseño estuvo listo, vino el clásico pelado a fondo de todos los fierros y tanque y la pintura. Un párrafo aparte merecen los comentarios de mis amigos cuando les mostré el color que iba a tener la moto. Nunca pudieron entender que yo SOÑABA con ese color para mi nueva Siam.
No fue fácil conseguirlo, pero si el proyecto llevaba mas de tres años nada me impedía tomarme el tiempo que necesitase para conseguir el color que yo quería.
Terminada la etapa de la pintura, nos juntamos con Ricky en mi casa y con un asadito de como excusa, puso el motor, armó los frenos, los cables de frenos, embrague y cambios y ya la moto empezó a tener forma de tal.
Hizo falta una segunda juntada para que la moto estuviese en marcha, donde se ajustó la pasada de los cambios, los frenos y la carburación.
Finalmente, el 9 de julio de 2019, la moto salió a la calle por primera vez.
Luego vino la etapa de sacarle los vicios, para lo cual era necesario usarla mucho. Así la moto fue mejorando en su andar y en paralelo, fui terminando la parte estética y de terminaciones.
Vale agregar qué en alguna compartida de fotos, mi amigo Arturo bautizó la moto como “El Batrapecio”, nombre que decidí adoptar de manera inmediata.

A continuación las fotos del proceso:

Mariano: Quisiera por último agradecerle a las siguientes personas que fueron muy importantes para mi proyecto.

A Ricky por la moto y por su laburo.
A Pablo Pastor por el amortiguador (ver en las fotos) y el colín (finalmente no lo usé) que me regaló.
A Luis Rovito que me regaló la llanta delantera.
A Arturo que me regaló la leva de freno delantera de su TV y que le puso el nombre al Batrapecio.